27. Te ruego, si he hallado gracia ante tus ojos. Percibimos de aquí que Jacob no había sido un huésped gravoso, ya que Labán lo apacigua con palabras amables, con el fin de asegurar una prolongación de su servicio. Por mezquino y codicioso que fuese, no habría permitido que Jacob permaneciera un momento en su casa, a menos que hubiera encontrado que su presencia era una fuente segura de ganancia. En consecuencia, dado que no solo no lo expulsó, sino que buscó ansiosamente retenerlo, inferimos que el hombre santo había soportado labores increíbles, que no solo bastaron para el sustento de una familia numerosa, sino que también generaron grandes ganancias para su suegro. Por lo tanto, se queja después, no injustamente, de que había soportado el calor del día y el frío de la noche. Sin embargo, no hay duda de que la bendición de Dios valió más que cualquier trabajo, de modo que Labán percibió a Jacob como una especie de cuerno de la abundancia, como él mismo confiesa. No solo elogia su fidelidad y diligencia, sino que declara expresamente que él mismo había sido bendecido por el Señor por causa de Jacob. Parece, entonces, que la riqueza de Labán había aumentado tanto desde la llegada de Jacob, que era como si sus ganancias hubieran descendido visiblemente del cielo. Además, dado que la palabra נחש (nachash) entre los hebreos significa conocer mediante augurios o adivinación, algunos intérpretes imaginan que Labán, instruido en las artes mágicas, encontró que la presencia de Jacob le era útil y provechosa. Otros, sin embargo, interpretan las palabras de manera más simple, como si significaran que lo había comprobado por experiencia. Para mí, la verdadera interpretación parece ser, como si hubiera dicho, que la bendición de Dios era tan perceptible para él como si hubiera sido confirmada por profecía o descubierta por adivinación.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad