4. Todavía no te has resistido a la sangre, etc. Continúa, porque nos recuerda que incluso cuando los impíos nos persiguen por el amor de Cristo, nosotros entonces están luchando contra el pecado. En este concurso, Cristo no pudo participar, porque era puro y libre de todo pecado; a este respecto, sin embargo, somos diferentes a él, porque el pecado siempre mora en nosotros, y las aflicciones sirven para dominarlo y ponerlo en fuga.

En primer lugar, sabemos que todos los males que hay en el mundo, y especialmente la muerte, proceden del pecado; pero esto no es lo que trata el apóstol; solo nos enseña que las persecuciones que sufrimos por el bien del Evangelio son útiles para nosotros, incluso porque son remedios para destruir el pecado; porque de esta manera Dios nos mantiene bajo el yugo de su disciplina, para que nuestra carne no se vuelva desenfrenada; él a veces también comprueba lo impetuoso, y a veces castiga nuestros pecados, para que en el futuro seamos más cautelosos. Ya sea que aplique remedios a nuestros pecados, o nos anticipe antes de pecar, así nos ejercita en el conflicto con el pecado, mencionado por el Apóstol. Con este honor, de hecho, el Hijo de Dios nos favorece, que de ninguna manera considera lo que sufrimos por su Evangelio como un castigo por el pecado. Todavía nos corresponde reconocer lo que escuchamos del Apóstol en este lugar, que suplicamos y defendemos tanto la causa de Cristo contra los impíos, que al mismo tiempo estamos llevando a cabo la guerra contra el pecado, nuestro enemigo del intestino. Por lo tanto, la gracia de Dios hacia nosotros es doble: los remedios que aplica para sanar nuestros vicios, los emplea con el propósito de defender su evangelio. (245)

Pero tengamos en cuenta a quién se dirige aquí, incluso aquellos que gozosamente sufrieron la pérdida de sus bienes y sufrieron muchos reproches; y, sin embargo, los acusa de pereza, porque se estaban desmayando a mitad de camino en el concurso y no iban enérgicamente hasta el final. Por lo tanto, no hay razón para que le pidamos una descarga del Señor, independientemente del servicio que hayamos realizado; porque Cristo no tendrá soldados descargados, sino aquellos que hayan conquistado la muerte misma.

La fraseología aquí es similar a la del verso precedente; un participio termina la oración, y eso califica el verbo anterior: "para que no se cansen, sean débiles en sus almas". El desmayo o el desánimo en mente inevitablemente irían acompañados de cansancio. La fe o la fuerza de la mente son necesarias para evitar la fatiga o el cansancio mientras participan en concursos y grandes pruebas; y como preventivo del desánimo, se nos indica atentamente que consideremos cómo nuestro salvador soportó las pruebas extremas que tuvo que soportar. - Ed.

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