12. Hombres de Israel Comienza su sermón con una reprensión del pueblo. Y, sin embargo, no los reprende simplemente porque se preguntan; porque eso fue totalmente provechoso y digno de alabanza; sino porque atribuyen impíamente a los hombres las alabanzas que se deben a la obra de Dios. Como si él dijera: "Sí te equivocas", en cuanto te quedas en nosotros y nos miras, mientras que más bien deberías mirar a Dios y a Cristo. Por lo tanto, esto debe sorprenderse malvadamente cuando nuestras mentes permanecen en los hombres. Y debemos notar que condena el respeto de los hombres; como si, dijo él, nosotros por nuestro propio poder y virtud hubiéramos hecho esto. Por lo tanto, hay un error y corrupción en esto, si lo atribuimos a la piedad y al poder de los hombres que es propio de Dios y de Cristo. Y, en cuanto al poder, nadie negará que viene de Dios; sin embargo, cuando han confesado esto en una palabra, no dejan de quitarle a Dios su derecho, hasta el final pueden adornar a las criaturas con lo que le quitan; como vemos, los papistas colocan el poder de Dios en los santos; sí, incluyen su poder en una piedra o culata de madera, tan pronto como la imagen se consagra a Bárbara o Crisógono. Pero, no obstante, supongamos que no ofenden a ese ex miembro; sin embargo, piensan tontamente que han cumplido con su deber hacia Dios, cuando le dejan el poder y le asignan los milagros a la piedad de los santos. ¿Por qué corren hacia ellos, cuando obtendrán lluvia o buen tiempo, o serán liberados de enfermedades, a menos que imaginen que por su piedad han merecido que Dios les otorgue este derecho y privilegio? Por lo tanto, esto no es más que un agujero de inicio infantil, (180) cuando confiesan que Dios es el autor del poder; pero agradecen a la piedad de los santos por los beneficios que han recibido. Independientemente de cómo coloreen el asunto, siempre debemos saber esto, que Pedro generalmente condena a los que lo hacen, que mira a los hombres en milagros, que piensan que su santidad es la causa de ello. Esta es la primera parte del sermón, en el que reprende la superstición. Y debemos notar su manera y orden de enseñanza. Porque debido a que los hombres no se inclinan más que a caer de Dios a las criaturas, es muy conveniente evitar este vicio a tiempo. Y si a la gente se le prohibió mirar a los apóstoles, mucho más el Espíritu nos aleja de invocar a cada santo mezquino.

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