18. No los tendré huérfanos. Este pasaje muestra qué son los hombres y qué pueden hacer cuando se les ha privado de la protección del Espíritu. Son huérfanos, expuestos a todo tipo de fraude e injusticia, incapaces de gobernarse a sí mismos y, en resumen, incapaces de hacer nada. El único remedio para un defecto tan grande es, si Cristo nos gobierna por su Espíritu, lo cual promete que hará. Primero, a los discípulos se les recuerda su debilidad, que, desconfiando de sí mismos, no pueden confiar en nada más que en la protección de Cristo; y, en segundo lugar, habiendo prometido un remedio, les da un buen aliento; porque él declara que nunca los dejará. Cuando dice: "Iré a ti", muestra de qué manera habita en su pueblo y de qué manera llena todas las cosas. Es, por el poder de su Espíritu; y por lo tanto, es evidente que la gracia del Espíritu es una prueba sorprendente de su Divinidad.

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