19. Sin embargo, un poco de tiempo. Continúa elogiando la gracia especial, que debería haber sido suficiente para aliviar e incluso para eliminar el dolor de los discípulos. "Cuando me haya retirado", dice él, "de la visión del mundo: todavía estaré presente contigo". Para que podamos disfrutar de esta contemplación secreta de Cristo, no debemos juzgar su presencia o su ausencia de acuerdo con la percepción carnal, sino que debemos emplear fervientemente los ojos de la fe para contemplar su poder. Así, los creyentes siempre tienen a Cristo presente por su Espíritu, y lo miran, aunque estén lejos de él en el cuerpo.

Porque yo vivo Esta declaración puede explicarse de dos maneras. O puede verse como una confirmación de la cláusula anterior, porque yo vivo, y tú vivirás; o, puede leerse por separado, porque yo vivo, tú también vivirás; y entonces el significado será que los creyentes vivirán, porque Cristo vive. De buena gana abrazo la opinión anterior, y aún así podemos extraer de ella la otra doctrina, que la vida de Cristo es la causa de nuestra vida. Comienza señalando la causa de la diferencia, por qué será visto por sus discípulos, y no por el mundo. No es porque Cristo no pueda ser visto, sino de acuerdo con la vida espiritual, de la cual el mundo está privado. El mundo no ve a Cristo; esto no es maravilloso, porque la muerte de la ceguera es la causa; pero tan pronto como cualquier hombre comienza a vivir por el Espíritu, inmediatamente se le ven los ojos para ver a Cristo. Ahora, la razón de esto es que nuestra vida está estrechamente relacionada con la vida de Cristo, y procede de ella como de su fuente; porque estamos muertos en nosotros mismos, y la vida con la que nos halagamos es una muerte muy mala. En consecuencia, cuando la pregunta es, cómo debemos obtener la vida, nuestros ojos deben estar dirigidos a Cristo, y su vida debe ser transmitida a nosotros por fe, para que nuestras conciencias puedan estar plenamente convencidas de que, mientras Cristo viva, nosotros están libres de todo peligro de destrucción; porque es una verdad indudable, que su vida no sería nada, cuando sus miembros estuvieran muertos.

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