44. Ningún hombre puede venir a mí, a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga. No solo los acusa de maldad, sino que también les recuerda que es un don peculiar de Dios abrazar la doctrina que él exhibe; lo que hace, para que su incredulidad no perturbe las mentes débiles. Porque muchos son tan tontos que, en las cosas de Dios, dependen de las opiniones de los hombres; en consecuencia, sospechan del Evangelio tan pronto como ven que el mundo no lo recibe. Los no creyentes, por otro lado, halagándose en su obstinación, tienen la dificultad de condenar el Evangelio porque no les agrada. Por el contrario, por lo tanto, Cristo declara que la doctrina del Evangelio, aunque se predica a todos sin excepción, no puede ser abrazada por todos, pero que se requiere un nuevo entendimiento y una nueva percepción; y, por lo tanto, que la fe no depende de la voluntad de los hombres, sino que es Dios quien la da.

A menos que el Padre lo dibuje. Para venir a Cristo estando aquí usado metafóricamente para creer, el Evangelista, para llevar a cabo la metáfora en la cláusula correspondiente, dice que esas personas son atraídas cuyas comprensiones Dios ilumina, y cuyos corazones se dobla y se forma a la obediencia a Cristo. La afirmación equivale a esto, que no debemos preguntarnos si muchos se niegan a abrazar el Evangelio; porque ningún hombre podrá por sí mismo venir a Cristo, pero Dios primero debe acercarse a él por su Espíritu; y de ahí se deduce que no todos son atraídos, sino que Dios otorga esta gracia a aquellos a quienes ha elegido. Es cierto, de hecho, en cuanto al tipo de dibujo, no es violento, para obligar a los hombres por la fuerza externa; pero aún así es un poderoso impulso del Espíritu Santo, lo que hace que los hombres estén dispuestos y que antes no estaban dispuestos y eran reacios. Es una afirmación falsa y profana, por lo tanto, que nadie se siente atraído sino aquellos que están dispuestos a ser atraídos, (153) como si el hombre se hiciera obediente a Dios por sus propios esfuerzos; porque la voluntad con la que los hombres siguen a Dios es lo que ya tienen de sí mismo, quien ha formado sus corazones para obedecerlo.

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