23. Y, levantando, sus ojos en el infierno. Aunque Cristo relata una historia, describe cosas espirituales bajo figuras, que él sabía que estaban adaptadas a nuestros sentidos. Las almas no tienen dedos ni ojos, y no tienen sed, ni mantienen conversaciones entre ellas, como se describe aquí, que tuvieron lugar entre Abraham y el hombre rico; pero nuestro Señor ha dibujado aquí una imagen que representa la condición de la vida futura según la medida de nuestra capacidad. La verdad general transmitida es que las almas creyentes, cuando han dejado sus cuerpos, llevan una vida gozosa y bendita fuera de este mundo, y que para los reprobados hay tormentos terribles preparados, que nuestras mentes no pueden concebir más que gloria ilimitada de los cielos. Como es solo en una pequeña medida, solo en la medida en que estamos iluminados por el Espíritu de Dios, que probamos con esperanza la gloria que nos prometió, que supera con creces todos nuestros sentidos, tengamos en cuenta que la venganza inconcebible de Dios, que espera a los impíos, se nos comunica de manera oscura, en la medida en que sea necesario para infundir terror en nuestras mentes.

Sobre estos temas, las palabras de Cristo nos dan información esbelta y de una manera adecuada para contener la curiosidad. Los malvados son descritos como terriblemente atormentados por la miseria que sienten; como deseando algo de alivio, pero alejado de la esperanza, y experimentando así un doble tormento; y al aumentar su angustia al verse obligados a recordar sus crímenes y comparar la bendición actual de los creyentes con su propia condición miserable y perdida. En relación con esto, se relaciona una conversación, como si se supusiera que las personas que no tienen relaciones sexuales entre ellas hablen juntas. Cuando el hombre rico dice: Padre Abraham, esto expresa un tormento adicional, que percibe, cuando es demasiado tarde, que está separado del número de hijos de Abraham.

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