12. No permitas pecar entonces, etc. Ahora comienza con la exhortación, que surge naturalmente de la doctrina que había entregado con respecto a nuestra comunión con Cristo. Aunque el pecado mora en nosotros, es inconsistente que sea tan vigoroso como para ejercer su poder reinante; porque el poder de la santificación debe ser superior a él, para que nuestra vida pueda testificar que realmente somos miembros de Cristo. Ya te he recordado que la palabra cuerpo no debe tomarse para carne, piel y huesos, sino, por así decirlo, para todo lo que es el hombre. (191) Esto se puede inferir indudablemente del pasaje; porque la otra cláusula, a la que se une de inmediato respetando a los miembros del cuerpo, incluye también el alma: y así, de manera despectiva, Pablo designa al hombre terrenal, por la corrupción de nuestra naturaleza no aspiramos a nada digno de nuestro original. Así también dice Dios en Génesis 6:3; donde se queja de que el hombre se hizo carne como los animales brutos, y por lo tanto no le permite más que lo terrenal. Con el mismo propósito es la declaración de Cristo: "Lo que es nacido de la carne, carne es". (Juan 3:6.) Pero si alguno hace esta objeción, que el caso con el alma es diferente; Para esto, la respuesta inmediata es: que en nuestro estado degenerado actual nuestras almas están fijadas en la tierra, y tan esclavizadas a nuestros cuerpos, que han caído de su propia superioridad. En una palabra, se dice que la naturaleza del hombre es corpórea, porque carece de la gracia celestial y es solo una especie de sombra o imagen vacía. Podemos agregar que Paul dice que el cuerpo, a modo de desprecio, es mortal, y esto para enseñarnos, que toda la naturaleza del hombre tiende a la muerte y la ruina. Aún más, le da el nombre de pecado a la depravación original que habita en nuestros corazones, y que nos lleva a pecar, y de la cual, de hecho, fluyen todas las malas acciones y abominaciones. En el medio, entre el pecado y nosotros, coloca lujurias, ya que la primera tiene el oficio de rey, mientras que las lujurias son sus edictos y mandamientos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad