“Cuando yo era niño, hablaba como niño, sentía como niño, pensaba como niño; cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño.”

El crecimiento natural del hombre es figura del de la Iglesia; ambos siguen la misma ley, la del desarrollo y la transformación. A medida que las facultades, en el curso de su desarrollo, adquieren un modo superior de actividad, el modo anterior cesa por sí mismo.

Me parece evidente, como a la mayoría de los comentaristas, que por los tres términos, λαλεῖν, hablar , φρονεῖν, sentir, aspirar (este término expresa la unidad de sentimiento, pensamiento y voluntad), y λογίζεσθαι, pensar , el apóstol alude a los tres dones mencionados, 1 Corintios 13:9-11 ; el hablar corresponde a las lenguas, la aspiración a la profecía y el pensamiento al conocimiento.

El don de lenguas corresponde en el dominio divino al balbuceo del niño en su primera experiencia gozosa de vida. La profecía, cuya mirada penetra hasta la perfección por venir, corresponde a la aspiración ardiente del corazón infantil, que se lanza ansiosamente hacia el futuro, esperando de él la alegría y la felicidad; y el conocimiento, que busca penetrar la verdad divina, corresponde a los pensamientos simples por los cuales la mente infantil busca encontrar una explicación de las cosas.

Por lo tanto, es una objeción infundada la que hace Holsten a esta triple y obvia correlación cuando alega la ausencia de toda relación entre el φρονεῖν, aspirar después y la profecía.

El verbo activo κατήργηκα, aparté, puse fin , denota la espontaneidad de esta entrega. Así como el joven se sacude con orgullo las puerilidades de la infancia, así el hombre maduro sustituye con profunda satisfacción los apasionados sueños de la niñez y la juventud por la actividad varonil de la profesión que ha abrazado. Tal es la imagen de lo que experimentarán los fieles cuando se les descubra el estado perfecto para el que se preparan, a la venida de Cristo.

Entonces de buena gana dejarán caer todos esos rudimentos de la vida espiritual con los que estaban encantados, inflados tal vez, como fue el caso en Corinto. Es desde este punto que podemos entender perfectamente la delicada alusión, 1 Corintios 1:7 .

El señor Sabatier ( l'Apôtre Paul , p. 7), no comprendiendo la comparación que hace el apóstol, piensa que aquí habla de sí mismo, que quiere describir su estado espiritual inmediatamente después de su conversión, y que en el mismo sentido en que aplicó la imagen del niño al estado espiritual de los corintios, 1 Corintios 3:1 seq.

Así encuentra en nuestro 1 Corintios 13:11 una prueba de los considerables cambios que se produjeron en las convicciones del apóstol desde el tiempo de su conversión hasta la fecha en que escribió esta carta.

Tal malentendido no tiene paralelo.

El siguiente versículo contiene la explicación de esta comparación.

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