“Y estuve con vosotros en debilidad, en temor y en mucho temblor”.

Las palabras καὶ ἐγώ, y yo , no son la repetición del κἀγώ de 1 Corintios 2:1 ; anuncian una novedad subordinada a la anterior y acorde con ella. Así como no buscó hacer brillante su predicación en materia o forma, así en su conducta personal no afectó los aires de alguien que tiene el éxito asegurado.

Sintió y mostró un solo sentimiento, el de su propia debilidad. Dirigiéndose a esta comunidad gentil, no tenía, como entre los judíos, el punto de apoyo proporcionado por las profecías. Por otro lado, entregó lo que podría haber sido su ayuda en su nuevo entorno, profundidad de pensamiento y encanto de lenguaje. ¿Qué le quedó? Humanamente hablando, se sentía como un desarmado; de ahí el ἐν ἀσθενείᾳ, en debilidad.

Y este sentimiento de debilidad llegó al extremo del miedo , cuando sopesó la gravedad de una obra como la suya, y la responsabilidad que recaía sobre él. Repitiendo la preparación. ἐν antes de τρόμῳ, “y temblando ”, lo que Pablo no hace en los otros casos cuando une estos dos sustantivos ( 2 Corintios 7:15 ; Efesios 6:5 ; Fil 2:12), distingue el segundo del primero más precisamente; el miedo le producía incluso una especie de temblor físico.

Quizás también se sintió humillado por la debilidad de su apariencia exterior ( 2 Corintios 10:10 ). Todo esto explica suficientemente los términos de este versículo, sin necesidad de recurrir al temor de las persecuciones, en que piensa Crisóstomo, ni aun a la suposición de mala salud, según Rückert.

Es interesante comparar el cuadro que Pablo traza aquí de sus marcos internos con la narración de los hechos externos de su ministerio en Hechos 18 . El primero de estos cuadros completa notablemente el segundo, y explica por qué el Señor consideró necesario conceder a su siervo la visión, relata Hechos 18:9 , y decirle, como un amigo animando a su amigo: “No temas; habla y no calles”.

Las palabras Yo estuve contigo abarcan no sólo sus enseñanzas públicas, sino sus conversaciones privadas y todas sus relaciones personales.

¡Qué contraste entre esta actitud humilde, incluso tímida, del apóstol, y la confianza audaz del retórico griego que se presenta ante su auditorio como un hombre seguro del éxito de su persona y de su obra!

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