Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado al principio, y se quedó allí. 41. Y muchos vinieron a él, y decían: Juan no hizo ningún milagro; pero todo lo que Juan dijo de este hombre era verdad. 42. Y muchos creyeron en él allí.

Como ya hemos dicho, los Sinópticos ( Mateo 19:1 19,1 ; Marco 10:1 10,1 ; y, por el paralelismo, Lucas 18:15 ) también mencionan esta estancia en Perea, poco antes de la última Pascua.

Como ciertamente Jesús no podía permanecer mucho tiempo en Jerusalén sin el resultado de llevar el conflicto a su punto decisivo, abandonó la capital después de la fiesta de la Dedicación y se fue a reanudar la peregrinación que había sido interrumpida por este breve viaje. Fue así como llegó a Perea, donde lo encontramos en este pasaje de Juan. Sentimos, por el tono del apóstol, que esta estancia no estuvo exenta de placer para Jesús y para sus primeros discípulos.

Hay un encanto en encontrarse, al terminar la carrera, en los lugares donde se empezó. Jesús tuvo, además, el gozo de recoger aquí una mies que había sido preparada por la labor fiel de su precursor. Sería difícil no reconocer en esta descripción el recuerdo personal del evangelista (ver Weiss ).

La palabra nuevamente ( Juan 10:40 ) no alude en modo alguno a una supuesta estancia en Peraea entre Juan 10:21-22 , como pensaba Lange , pero sí ciertamente a aquello de lo que Juan había hablado en Juan 1:28 , cuando Jesús estaba en Betania, cerca del Jordán, con Su precursor.

El término τὸ πρῶτον (o, como dice el manuscrito sinaítico, τὸ πρότερον) contrasta estos primeros días con su ministerio posterior, que se llevó a cabo en localidades completamente diferentes ( Juan 3:23 ). El significado del testimonio que los creyentes de Perea dan a Jesús es este: “Si Juan mismo no hizo milagros, al menos predijo todo lo que hace éste, cuya venida anunció.

Juan creció así a la vista de ellos con toda la grandeza de Aquel que lo había seguido y de quien había dado testimonio. La palabra ἐκεῖ, allí , ciertamente debe colocarse, según la lectura de las autoridades alejandrinas, al final del versículo; es sobre esta palabra donde descansa el énfasis. Esta fe, que se desarrolla con tanta facilidad en Perea, contrasta notablemente con la incredulidad persistente y creciente de los habitantes de Judea, que acaba de ser descrita en el capítulo anterior. Este pasaje forma así, por medio de este contraste, como observa Luthardt , el último punto del gran acto de acusación dirigido contra los judíos en esta parte del Evangelio.

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