Devolver mal por mal, es dejar que el mal tenga la victoria; limitarse a no hacer el mal es, si se puede decir así, ni ser vencedor ni vencido, aunque en realidad esto también es ser vencido. La verdadera victoria sobre el mal consiste en transformar una relación hostil en una de amor por la magnanimidad de los beneficios otorgados. Por eso es que el bien tiene la última palabra, que el mismo mal le sirve de instrumento: tal es la obra maestra del amor.

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