Pero como Dios repartió a cada uno, como el Señor llamó a cada uno, así camine. Esto he dicho mucho sobre el matrimonio de un incrédulo con un creyente, y sobre la separación y el divorcio, si el incrédulo lo busca, y sobre la convivencia en paz; pero no quiero que se entienda que quiero decir que se debe buscar el divorcio, o que se debe romper la paz, simplemente por la lujuria y el deseo de cambiar el propio estado, como, e.

g ., que el creyente, por ser creyente y llamado a la libertad cristiana, desee y encuentre excusa para cambiar su condición servil por una de libertad, su condición de gentil por la de judío. Ordeno, pues, que cada uno de los fieles, sea judío o gentil, esclavo o libre, conserve el estado y condición que el Señor le ha dado, y que tenía antes de ser creyente.

Que cada uno camine en su propia línea; que se contente con eso, y viva como corresponde a un cristiano; que no se inquiete para cambiar su estado a causa de su cristianismo, y así hacer tropezar a los gentiles.

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