En esto apareció el amor: Ahora declara por qué dijo, Dios es Amor. Es porque Dios ha declarado su amor infinito hacia nosotros al enviar a Cristo en la carne para nuestra salvación, que de esta manera Él podría invitarnos a amarlo de vuelta. Hay una alusión a las palabras en el 8. Evangelio de Juan (Juan 3:19), "De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna".

"He aquí", dice San Agustín, "cómo tenemos una exhortación a amar a Dios. ¿Cómo podríamos amarlo si Él no nos hubiera amado primero? Si fuimos lentos para amar, no seamos lentos para amar de nuevo". Con patética y erudición escribe San Paulino sobre Santa María Magdalena ( Epist. 4 ad Sever .): "Amemos, pues, a Aquel a quien es nuestro deber amar. Besemos a Aquel a quien besar es pureza. Seamos unido a Aquel cuyo vínculo matrimonial es la virginidad.

Sujetémonos a Él, a cuyos pies mentir es estar por encima del mundo. Caigamos por causa de Aquel para quien la caída es resurrección. Muramos por Aquel en quien está la vida. en quien vivimos aunque estemos muertos".

En esto , es decir, en el amor de Dios con que nos amó. San Juan, el amado de Cristo, pone especial énfasis en esto, que Dios, no movido por ningún amor ni deber de nuestra parte, sino ofendido por nuestras muchas provocaciones y maldades, nos amó primero . Y cuando éramos pecadores y enemigos, huyéndonos de Él y luchando contra Él, Él nos siguió y nos convirtió por Su amor, para que Él pudiera traernos de vuelta y salvarnos.

"Porque con este fin nos amó", dice San Agustín, "para que podamos amarlo". Y por eso envió a su Hijo para ser propiciación , es decir, para ser propiciador y víctima propiciatoria por nuestros pecados. S. Agustín lee libatorem, vertedor de libaciones , y explica que significa Sacrificador . Como S. Agustín dice de nuevo: "Él amó a los impíos, para santificarlos. Amó a los injustos, para hacerlos justos. Amó a los enfermos, para santificarlos".

Ved en esto cuán elevados están los caminos de Dios por encima de los caminos de los hombres. Porque en cuanto a los hombres, si alguno los desprecia, los aflige o los despoja, enseguida lo aborrecen, y piensan cómo pueden hacerle un daño mayor. Pero Dios despreciado, menospreciado, despojado de su honor, herido de mil maneras, ensancha las entrañas de su amor hacia nosotros. Con amor lucha contra el odio del hombre. Por el odio es incitado al amor. El odio es el látigo de Su amor.

Él vence el odio con su amor infinito, lo traga, lo ahoga y lo apaga, como una poderosa conflagración apaga una pequeña gota de agua. Por tanto, el amor de Dios hacia sus enemigos es tan maravilloso, que por él los hace sus amigos, sus hijos y herederos, y convierte a los más grandes pecadores en los más grandes santos. Del ladrón en la cruz Él se hizo un predicador. De Saúl hizo a S. Pablo. De la pecadora Magdalena hizo un espejo de penitencia y santidad. Esto es lo que Paul celebra y admira.

(1Ti 1:15), "Fiel es esta salvación, y digna de ser recibida por todos, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero; mas por tanto alcancé misericordia, para que en mí, primero Cristo Jesús, pudiera mostrad toda paciencia, para instrucción de los que han de creer en él para vida eterna”.

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