Y de buena gana hubiera llenado su vientre con las algarrobas que comían los cerdos. Así que aquellos que tontamente despilfarran sus posesiones en otros, no encuentran a nadie que les dé ni siquiera una cáscara en su miseria y miseria. S. Crisóstomo ( Serm. 1) dice: "El hambre, hasta el lujo de un tormento, ahora es su suerte, para que donde su culpa había sido flagrante, allí pueda rugir un castigo vengador". Y otra vez: "¡Qué servicio tan cruel! Vive con los animales inmundos, pero no participa de su banquete. ¡Miserable hombre que es; medio hambriento, tiene hambre del alimento basto de los cerdos, pero no lo obtiene!

S. Jerónimo ( Epist. 146) observa aquí, "que el Diablo, cuando ha puesto a un hombre en sujeción, enciende su alma con deseos de todo tipo, pero le roba su satisfacción, para que anhelándolos pueda aumentar su culpa, y al no satisfacerlos puede aumentar su castigo y miseria". Tal es el engaño y la tiranía de Satanás. Las "cáscaras" son las vainas vacías de frijoles, guisantes y similares, que llenan pero no nutren el cuerpo.

Sin embargo, la gente del campo mezcla estas cáscaras con harina o sémola y hacen de ellas un tipo común de pan negro con el que viven. Por eso Horacio ( Epist. 1, lib. ii.) escribe: "Él vive de cáscaras y pan basto". Jansenius entiende por "cáscaras" el fruto del algarrobo, que es como un frijol, de color negruzco, curvo, tan largo como el dedo de un hombre y tan ancho como su pulgar. Cada vaina contiene cuatro bayas llamadas ceratia por su semejanza a un cuerno ( κέζας ;). Estos proporcionan un alimento excelente para los cerdos y también los comen los hombres.

Pero por "cáscaras" los Padres entienden "ese conocimiento mundano y vano que engendra vanidad, como los escritos de los poetas, o las arengas de los oradores". "En donde", dice S. Agustín, "este hombre buscó encontrar algo perteneciente a la vida superior, pero no pudo". La palabra, sin embargo, puede interpretarse en el sentido más completo de "satisfacciones carnales que hinchan y afligen el alma pero no satisfacen sus anhelos".

Así escribe S. Crisóstomo en la Catena : “Si amas el buen vino, amas las cáscaras; si buscas oro, buscas cáscaras; si persigues los placeres sensuales, pides comida de puercos".

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