La posesión de su fuerza extraordinaria se atribuye (por ejemplo, ) a la presencia del Espíritu del Señor. Ahora el Señor, o el Espíritu del Señor, se había apartado de él, y también su fuerza se había ido. No debe pasarse por alto la lección práctica contra la presunción de la autosuficiencia y la suma importancia de una sincera dependencia del Espíritu Santo de Dios.

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