Él es un comerciante - O, indignado, "¡un comerciante en cuyas manos están las balanzas del engaño!" ¿Cómo podrían amar la "misericordia y la justicia", cuyo oficio era el "engaño", que sopesaron el engaño con sus bienes? Falso en sus tratos, en sus pesos y medidas, y, aprovechando las necesidades de los demás, también es opresivo. El engaño es el pecado de la debilidad, la opresión es el abuso del poder. La riqueza no da el poder de usar la violencia desnuda, pero la codicia rica abruma a los pobres. Cuando, por ejemplo, los salarios se pagan en artículos de primera necesidad a precios exorbitantes, o cuando los artesanos deben comprar con pérdidas en las tiendas de sus amos, ¿qué es sino la unión del engaño y la opresión? El mundo comercial está lleno de opresión, apenas velado por el engaño. "Le encanta oprimir". El engaño y la opresión tienen, cada uno, un atractivo diabólico para quienes practican en ellos; engaño, como ejercitar la astucia, la astucia, la habilidad de extralimitarse, burlarse; opresión, como complaciente voluntad propia, capricho, amor al poder, insolencia y vicios similares. La palabra "comerciante", como lo dijo el profeta, era "Canaán"; los mercaderes se llamaban así, porque los cananeos o fenicios eran los grandes mercaderes de entonces, como los astrólogos se llamaban caldeos. Los fenicios eran, en la época de Homero, infames por su aglomeración en el tráfico. Se llaman "gnawers" y "amantes del dinero". Llamar a Israel "Canaán" era negarle cualquier título del nombre de Israel, "invirtiendo la bendición de Jacob, de modo que, como se había dicho de Jacob," tu nombre no se llamará más Jacob, sino Israel ", de hecho, diría:" Tu nombre no se llamará más Israel, sino Canaán "; como siendo, a través de sus obras, herederos, no de las bendiciones de Israel sino de la maldición de Canaán ". Entonces Ezequiel dijo: “Tu padre era amorreo y tu madre hitita” Ezequiel 16:3.

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