Hechos 21:5 . Y cuando hubiéramos cumplido esos días. Es decir, simplemente cuando terminaron los siete días en Tiro.

Partimos y seguimos nuestro camino. Literalmente, 'y íbamos por nuestro camino'. 'El tiempo imperfecto del verbo griego trayendo ante nosotros algo así como una procesión que va desde la ciudad hasta la orilla' (Plumptre).

Y todos ellos nos trajeron en nuestro camino, con esposas e hijos . Baumgarten observa que esta es la primera vez, en el aviso de una iglesia cristiana, que se menciona a los niños que tenemos aquí el primer caso registrado del cristianismo que impregna a toda una familia.

Hasta que salimos de la ciudad , y nos arrodillamos en la orilla y oramos. No está claro si hubo o no una proseucha o capilla, un lugar temporal de oración, aquí en la orilla para la hermandad cristiana de Tiro, o si fue simplemente eso, mientras los cristianos de Tiro se despedían de Pablo y sus compañeros. , se arrodillaron y oraron juntos. Sin embargo, es cierto que a los judíos les encantaba rezar a la orilla del mar y, por lo tanto, parece más probable que hubiera una 'proseucha' en este lugar.

El siguiente extracto de Biscoe contiene varias alusiones confiables de escritores antiguos sobre este punto: 'La orilla del mar era estimada por los judíos como un lugar muy puro, y por lo tanto apropiado para ofrecer sus oraciones y acción de gracias al Dios Todopoderoso. Filón nos dice que los judíos de Alejandría, cuando Flaco, el gobernador de Egipto, que había sido su gran enemigo, fue arrestado por orden del emperador Cayo, al no poder reunirse en sus sinagogas, que les habían sido arrebatadas, se amontonaron saliendo a las puertas de la ciudad muy de mañana, fueron a las costas vecinas, y estando en un lugar santísimo, unánimes alzaron la voz en alabanza a Dios.

Tertuliano dice que los judíos en su tiempo, cuando guardaban su gran ayuno, salían de sus sinagogas y en todas las costas enviaban sus oraciones al cielo (de Jejun. c. 16); y en otro lugar, entre las ceremonias usadas por los judíos, menciona las orationes littorales, las oraciones que hacían en las costas ( Adv. Nat. i. 13). Y mucho antes de la época de Tertuliano hubo un decreto hecho en Halicarnaso a favor de los judíos, que, entre otros privilegios, les permite decir sus oraciones cerca de la orilla, según la costumbre de su país (Josefo, Ant. xiv. 10, 23). Por lo tanto, es abundantemente evidente que era común entre los judíos elegir la costa como un lugar muy apropiado para ofrecer sus oraciones.

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