Los verdaderos cristianos tienen discernimiento espiritual y gusto por las grandes verdades del evangelio. Ninguna instrucción, por plausible o aprendida que sea, que niegue u omita la doctrina de Cristo crucificado, como Salvador divino expiatorio, los satisface, se recomienda a sí misma a su conciencia, si es iluminada, o satisface sus necesidades como pecadores.

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Antiguo Testamento