¿Qué has hecho? Piensas ocultarlo; pero la evidencia en tu contra es clara e incontestable: la voz de la sangre de tu hermano clama desde el suelo . Habla como si la sangre misma fuera tanto testigo como fiscal, porque el propio conocimiento de Dios testificó contra él, y la propia justicia de Dios exigió satisfacción.

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