Entonces respondió Simón Alarmado por la solemne amonestación que se le dio; y dijo a los apóstoles; Rogad al Señor por mí. Si en verdad pensáis que mi caso es tan malo, extiende vuestra caridad hasta el punto de suplicar al Señor por mí; que ninguna de estas cosas que habéis dicho me ha sucedido. Probablemente dedujo, de lo que había dicho Pedro, que pronto caería sobre él alguna señal de la ira de Dios, cosa que por tanto temía y desaprobaba.

Pero hay motivos para temer que esta pretensión de convicción y humillación se usó principalmente para evitar que Pedro y Juan lo deshonraran entre el cuerpo de cristianos: porque es razonable suponer que esta conversación transcurrió en privado entre ellos: y, tal vez, Simón podría tenga alguna esperanza de que, si se guardaba el secreto, podría reducir a la gente, cuando Pedro se fue, a su anterior sujeción a él, a pesar de su conversión al cristianismo.

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