Los crímenes condenados en este capítulo y en el siguiente fueron tan atroces y de naturaleza tan pública, que difícilmente podemos suponer que hayan sido cometidos por alguien que llevara el nombre de cristianos. Por tanto, como esta carta iba dirigida a las doce tribus ( Santiago 1:1 ), es razonable pensar que el apóstol, al escribir estos capítulos, tenía a los judíos incrédulos, no sólo en las provincias, sino en Judea, principalmente en su ojo. De donde vienen las guerras y las luchas entre ustedesAlgún tiempo antes del estallido de la guerra con los romanos, que terminó con la destrucción de Jerusalén y de la mancomunidad judía, los judíos, como nos informa Josefo, con el pretexto de defender su religión y procurarse la libertad de los extranjeros. El dominio, y esa libertad a la que se creían autorizados como pueblo de Dios, provocó varias insurrecciones en Judea contra los romanos, que ocasionaron mucho derramamiento de sangre y miseria en su nación.

Del mismo modo, las facciones en las que ahora se dividían los judíos más celosos tenían contiendas violentas entre sí, en las que se mataban unos a otros y se robaban los bienes de los demás. En las provincias también los judíos se volvieron muy turbulentos; particularmente en Alejandría, Egipto, Siria y muchos otros lugares, donde hicieron la guerra contra los paganos, mataron a muchos de ellos y ellos mismos fueron masacrados por ellos a su vez. Siendo este el estado de los judíos en Judea y en las provincias, en la época en que el apóstol Santiago escribió su epístola a las doce tribus, difícilmente se puede dudar de que las guerras, las luchas, y los asesinatos, de los que habla aquí, fueron los descritos anteriormente. Porque como compuso sus cartas después de que comenzaron las confusiones, y como los crímenes cometidos en estas confusiones, aunque actuaban bajo el color del celo por Dios y por la verdad, eran un escándalo para cualquier religión, ciertamente se convirtió en él, que era uno de los los principales apóstoles de la circuncisión, para condenar tales insurrecciones y reprender, con la mayor severidad, a los judíos que fueron los principales impulsores de ellas.

Por consiguiente, esto es lo que ha hecho. Y tanto en este capítulo como en el siguiente, utilizando la figura retórica llamada apóstrofe , se dirige a los judíos como si estuvieran presentes, por lo que ha dado a su discurso una gran fuerza y ​​vivacidad. Ver Macknight. No vengan de aquí, aun de tus concupiscencias Griego, ηδονων, placeres; es decir, su codicioso deseo de los placeres y goces del mundo; esa guerra contra vuestras almas; o provocar tumultos, por así decirlo, y rebelarse tanto contra la razón como contra la religión; en tus miembrosEn tus voluntades y afectos. Aquí está el primer asiento de guerra. De ahí procede la guerra de hombre con hombre, de rey con rey, de nación con nación; la ambición de reyes y naciones de ampliar sus territorios; su amor por la grandeza y las riquezas; sus resentimientos por supuestas heridas; todo efecto de la lujuria, o de los deseos terrenales, sensuales y diabólicos, los envuelve en guerras.

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