El cual — nos ha engendrado de nuevo, etc.— "Quien — nos ha regenerado como hijos suyos para la esperanza de vida e inmortalidad; del cual nos ha dado una notable prenda y confirmación por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos". La ley de Moisés condenaba a muerte a todos los transgresores sin misericordia: el evangelio promete perdón y vida o inmortalidad a todos los penitentes. Los judíos estaban bajo la ley antes de que llegara el evangelio, aunque al mismo tiempo bajo un pacto de gracia. En cuanto a los paganos, estaban, por miedo a la muerte, sujetos durante toda su vida a la esclavitud: aunque había entre ellos algunas nociones confusas y expectativas bastante generales de una vida después de la muerte; sin embargo, sus esperanzas eran muy débiles y lánguidas en comparación con las que pueden tener los cristianos.

Cuán grande razón hay para bendecir a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos elevó a la esperanza de la inmortalidad; sacó a la luz un estado futuro de una manera tan clara y expresa, y nos dio tal garantía y sello de su verdad, como se revela en el evangelio, por la resurrección de su Hijo.

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