Mujer, créeme, etc.— Para comprender la fuerza de la respuesta de nuestro Señor, será necesario volver al origen de esta disputa entre las dos naciones. En primer lugar, plantearemos la premisa de que Cristo agita la decisión de la pregunta que le planteó la mujer, y con razón; porque estaba a punto de destruir todo el culto local, al introducir una religión adecuada para todos los climas y para ser observada en todas las naciones del mundo. Hablar entonces de la preferencia de esta o aquella montaña, o decidir el punto a favor de una u otra, habría sido incompatible con su doctrina. Observamos que esta premisa, en el momento de la migración de los hebreos de Egipto, el mundo entero estaba hundido en la idolatría; solo ellos fueron bendecidos con el conocimiento del Dios verdadero; sin embargo, incluso ellosestaban recayendo perpetuamente en los absurdos de la adoración de ídolos. De ahí que se les impusiera esa carga de ceremonias peculiares; tendiendo particularmente, entre otros sabios propósitos, a mantenerlos puros de la idolatría, a separarlos del culto de las naciones paganas que los rodeaban, y a confirmarlos en el del Dios verdadero: con este fin se construyó el templo y el culto establecido en Jerusalén.

Aquí toda la nación se vio obligada a recurrir en momentos determinados, para evitar su recaída en la idolatría. Los samaritanos, que se habían separado de los judíos, habían construido un templo, en parte con los mismos fines, en el monte Gerizim, donde realizaban periódicamente las ceremonias prescritas por la ley. Estas ceremonias, y esta separación de judíos de gentiles, fueron diseñadas por la Providencia para continuar hasta la venida de Cristo, cuando se produciría un cambio glorioso. El mundo fue preparado por grados más altos de conocimiento para la recepción del evangelio. Esta era la hora señalada para que saliera el sol de justicia: ahora debía acabarse toda circunstancia y ceremonia tendiente a mantener la separación anterior; nada debía establecerse, salvo lo que condujera a una unión general de la humanidad; y el culto peculiar, local y periódico de Jerusalén, iba a ser absorbido en esa dispensación más espiritual, que fue diseñada para producir paz y amor universales. Desde este punto de vista, sólo tenemos que leer el pasaje que tenemos ante nosotros para descubrir a la vez su significado y propiedad.

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