¡Ay de vosotros los ricos!Podemos observar otra circunstancia en este discurso, en el que también difiere del de San Mateo, a saber, que nuestro Señor no sólo pronunció bendiciones, sino también maldiciones, en él. Como la pobreza, que no es ni buena ni mala en sí misma, no puede ser aceptable a Dios si no va acompañada de las gracias y virtudes que convienen al estado afligido; así, las riquezas no nos convierten en objeto del odio de Dios, a menos que vayan acompañadas de esos vicios que con frecuencia brotan de una opulenta fortuna; a saber, orgullo, lujo, amor por el placer o codicia. Los ricos, contagiados de vicios como estos, son el objeto de la aflicción aquí denunciada; y no los que hacen un uso adecuado de su riqueza y poseen, por la gracia divina, las disposiciones y virtudes que deben acompañar a la opulencia.

Por tanto, aunque no hay restricción añadida a la palabra rico en la maldición, como a la palabra pobre en la denuncia completa de la bienaventuranza, Mateo 5:3 debe entenderse igualmente: "¡Ay de vosotros los ricos! en espíritu "; ustedes que son orgullosos, codiciosos, amantes de los placeres; "porque habéis recibido vuestro consuelo". La parábola del rico y Lázaro puede considerarse como una ilustración tanto de la bienaventuranza como de la maldición. El lector encontrará, refiriéndose a los pasajes paralelos en Mateo 5: & c. y las notas, las dudosas expresiones de este discurso plenamente aclaradas.

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