Todas estas cosas las he guardado. - Evidentemente, hay un tono de impaciente sorpresa en la respuesta del interrogador. Había venido buscando algo grandioso para satisfacer sus nobles aspiraciones de la vida eterna. Se encuentra a sí mismo re-enseñado las lecciones de la niñez, enviado de regreso, por así decirlo, a una forma más baja en la escuela de santidad. No había aprendido que guardar cualquiera de esos mandamientos en su totalidad es la tarea de una vida, que guardar uno perfectamente implica guardarlo todo.

En marcado contraste con este tratamiento medio despectivo de los elementos más simples de la religión, podemos recordar el uso que hizo nuestro Señor, en la Tentación, de los tres pasajes relacionados, directa o indirectamente, con los que estaban escritos en las filacterias que usaban los hombres y que naturalmente se les enseñaría a los niños como su primera lección de la Ley. (Vea Notas sobre Mateo 4:1 .)

¿Qué me falta todavía? - Ignorante como era el joven gobernante de su propio estado espiritual, su condición no era la del fariseo satisfecho de sí mismo. La pregunta implicaba una insatisfacción consigo mismo, una sensación de estar incompleto, como hambriento y sediento de una justicia superior. Y esto explica la forma en que nuestro Señor lo trató.

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