Ellos se maravillaron. - Podemos imaginarnos la sorpresa que sintieron los conspiradores al verse así desconcertados cuando pensaban que el éxito era tan seguro. Los herodianos no podían acusar al Maestro de prohibirle dar tributo a César. Los fariseos encontraron que el deber de dar a Dios lo que le pertenecía lo presionó con tanta fuerza como lo habían presionado nunca. Tuvieron que cambiar de táctica y recurrir a otro plan de ataque.

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