(31-39) Sigue ahora la sublime y triunfante conclusión de lo anterior, expresada con apasionada energía y con la más intensa conciencia de la realidad de una creencia cristiana en penetrar y sostener la mente en todas las pruebas externas, por severas que sean.
Erasmo comenta sobre esto, que "Cicerón nunca dijo nada más grandioso". Es innecesario agregar que, dejando de lado otras consideraciones, Cicerón no fue ni por un momento comparable en intensidad espiritual, y por lo tanto en verdadera elocuencia, a San Pablo.

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