Verso 11. La gloria que debe seguir.  No sólo la gloria de su resurrección, ascensión, exaltación y la efusión de su Espíritu; sino aquella gran manifestación del amor infinito de Dios por el mundo al hacer que el Evangelio de su Hijo sea predicado en todas partes, y los gloriosos cambios morales que deben tener lugar en el mundo bajo esa predicación, y la glorificación final de todos los que aquí han recibido el evangelio y continuan fieles hasta la muerte. Y podemos añadir a esto la inefable glorificación de la naturaleza humana de Jesucristo, que, por toda la eternidad, será la Cabeza gloriosa de su cuerpo glorificado, la Iglesia.

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