Versículo 18. Y esta voz - oímos.  Es decir, él mismo, Santiago y Juan lo oyeron y vieron esta gloria, pues sólo ellos eran los εποπται, los espectadores, en el monte santo. Es digno de notar que nuestro bendito Señor, que vino a dar una nueva ley a la humanidad, apareció en este santo monte con esplendor y gran gloria, como lo hizo Dios cuando vino al santo monte, el Sinaí, a dar la antigua ley a Moisés. Y cuando llegó la voz de la gloria excelente: Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido; escúchenlo: la autoridad de la antigua ley fue quitada. Ni Moisés ni Elías, ni la ley ni los profetas, debían hacer de tabernáculo entre los hombres, como enseñando todo el camino de la salvación, y proporcionando los medios de la vida eterna; estas cosas las habían señalado, pero estas cosas no las contenían; sin embargo, el cumplimiento de sus tipos y predicciones hizo que sus declaraciones fueran más firmes e incontestables. Véase más adelante.

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