Versículo 13. Porque es Dios quien obra en vosotros... Todo propósito santo, toda resolución piadosa, toda palabra buena y toda obra buena, deben proceder de él; debéis ser obreros junto con él, para no recibir su gracia en vano; porque él obra en vosotros, trabajad, pues, con él, y obrad vuestra propia salvación.

Querer y hacer... το θελειν και το ενεργειν. El poder de querer y el poder de obrar tienen que venir necesariamente de Dios, que es el autor tanto del alma como del cuerpo, y de todas sus potencias y energías, pero el acto de querer y el acto de obrar vienen del hombre. Dios da el poder de querer, el hombre quiere por medio de ese poder; Dios da el poder de obrar, y el hombre actúa por medio de ese poder. Sin el poder de querer, el hombre no puede querer nada; sin el poder de obrar, el hombre no puede hacer nada. Dios no quiere por el hombre, ni obra en lugar del hombre, pero le proporciona el poder para hacer ambas cosas; por tanto, el hombre es responsable ante Dios de estos poderes.

Puesto que Dios obra en ellos el poder de querer y el poder de hacer, el apóstol les exhorta a obrar su propia salvación, mostrando de manera muy evidente que el uso de los poderes de la voluntad y de la acción les pertenece a ellos mismos. No pueden hacer la obra de Dios, no pueden producir en sí mismos el poder de querer y hacer; y Dios no hará su obra, no obrará su salvación con temor y temblor.

Aunque los hombres se han confundido penosamente con cuestiones relativas a la voluntad y al poder del ser humano, ningún caso puede ser más claro que el que el apóstol expone aquí: el poder de querer y hacer viene de DIOS; el uso de ese poder pertenece al hombre. El que no tiene este poder no puede ni querer ni obrar; el que lo tiene puede hacer ambas cosas. Pero no se deduce necesariamente que el que tiene estos poderes los usará; la posesión de los poderes no implica necesariamente el uso de esos poderes, porque un hombre podría tenerlos y no usarlos o abusar de ellos; por eso el apóstol exhorta: Trabaja en tu propia salvación.

Esta es una exhortación general; puede aplicarse a todos los hombres, pues a todos es aplicable, no existiendo un ser racional sobre la faz de la tierra, que no tenga de Dios tanto poder para querer como para actuar en las cosas que conciernen a su salvación. De ahí la responsabilidad del hombre.

De su buena voluntad... Todo bien es dado gratuitamente por Dios; ningún hombre merece nada de él; y según le agrada, reparte a los hombres las medidas de energía mental y corporal que considera necesarias; dando a unos más, a otros menos, pero a todos lo que es suficiente para su salvación.

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