Versículo 25. Ni tampoco que se ofrezca a sí mismo con frecuencia... El sacrificio de Cristo no es como el del sumo sacerdote judío; el suyo debe ofrecerse cada año, Cristo se ha ofrecido a sí mismo una vez para siempre: y este acto sacrificial tiene siempre la misma eficacia, siendo su cuerpo crucificado un sacrificio poderoso e infinitamente meritorio ante el trono.

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