Ni tampoco que se ofrezca a sí mismo muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el lugar santo todos los años con sangre ajena;

Ver. 25. No es que él ofreciera ] como lo quieren los traficantes de masas papistas. Eamus ad communem errorem (dijo Domicio Calderino a sus amigos, cuando lo persuadieron de ir a misa, 1442 d.C.), Vayamos al error común.

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