Verso Juan 14:17. El Espíritu de verdad... 

El Espíritu, o Espíritu Santo, cuyo oficio esencial es manifestar, vindicar y aplicar la verdad. El Evangelio de Cristo puede llamarse así, porque expone la falsedad, elimina el error y enseña el conocimiento del verdadero Dios, muestra el camino hacia él, salva de la vanidad y de las esperanzas ilusorias y establece una sólida felicidad en las almas de los que creen.

El mundo no puede recibir... Por el mundo, San Juan se refiere a aquellos que están influenciados sólo por el deseo de la carne, el deseo del ojo y el orgullo de la vida, 1 Juan 2:16.

Ahora bien, éstos no pueden recibir el Espíritu de la verdad, porque no lo ven, no tienen discernimiento espiritual, no atienden más que a los dictados de sus pasiones y afectos corruptos, y no admiten más influencia que la que pueda ser objeto de sus sentidos. De ahí toda la deidad e irreligiosidad del mundo. Dios, en la operación de sus manos, y en las influencias de su Espíritu, se encuentra en todas partes excepto en las pasiones pervertidas de los hombres. Sólo en éstas lo buscan los hombres de mente corrupta; sólo aquí no se encuentra, y por eso se convierten en infieles y ateos.

Pero vosotros lo conocéis... Ya habéis recibido una medida de la verdad, y creéis en este Espíritu. Probablemente nuestro Señor se refiere al conocimiento que deberían alcanzar después: en este sentido el pasaje ha sido entendido por la Vulgata, Nonnus, y dos copias de la Itala, que leen: Lo conoceréis.

O, como dicen el Etiópico, la Vulgata, el Nonnus y seis copias de la Itala, "habitará con vosotros" (véase más arriba); y éste es, evidentemente, el sentido del evangelista, que no pocas veces utiliza el presente para el tiempo futuro. Es cierto que el Espíritu Santo aún no había sido dado a los discípulos para que habitara en ellos; esto lo asegura el mismo San Juan,  Juan 7:39. Y es evidentemente de ese Espíritu y sus influencias, que no fue dado hasta el día de pentecostés, que nuestro Señor habla aquí.

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