Verso Juan 8:15. Juzgáis según la carne... Porque aparezco en forma de hombre, juzgando por esta apariencia, pensáis que no soy más que un simple hombre; prestad atención a mis enseñanzas y milagros, y entonces veréis que nada menos que la sabiduría infinita y el poder ilimitado podrían enseñar y hacer lo que yo he enseñado y realizado. Nuestro Señor habla aquí exactamente en el carácter de un embajador. Una persona así no lleva consigo a un segundo que responda de su verdad; las credenciales de su rey determinan su carácter: él representa la persona del rey. Así, nuestro Señor representa al Padre como testigo con él. Los milagros que realizó fueron la prueba del cielo de que era el Mesías prometido: fueron el gran sello de todas sus pretensiones.

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