(3) Y porque sois hijos, Dios (f) envió el (g) Espíritu de su Hijo a vuestros corazones, clamando: Abba, Padre.

(3) Él muestra que somos libres y puestos en libertad de tal manera que mientras tanto debemos ser gobernados por el Espíritu de Cristo, quien mientras reina en nuestros corazones, puede enseñarnos el verdadero servicio del Padre. Pero no se trata de servir, sino de gozar de la verdadera libertad, como conviene a los hijos y herederos.

(f) Por lo que sigue, él recoge lo que fue antes: porque si tenemos su Espíritu, somos sus hijos, y si somos sus hijos, entonces somos libres.

(g) El Espíritu Santo, que es tanto del Padre como del Hijo. Pero hay una razón especial por la que se le llama el Espíritu del Hijo, es decir, porque el Espíritu Santo sella nuestra adopción en Cristo y nos da plena certeza de ello.

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