(9) Por tanto, ofrezcamos por él continuamente sacrificio de alabanza a Dios, es decir, fruto de [nuestros] labios que alaban su nombre.

(9) Ahora que esos sacrificios físicos han sido quitados, nos enseña que quedan los verdaderos sacrificios de la confesión, que consisten en parte en dar gracias, y en parte en generosidad, sacrificios con los que Dios se deleita ahora.

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