REFLEXIONES

Seguramente tenemos motivos para bendecir a Dios por la dispersión de su pueblo, en que tanta gracia se manifiesta y se ha manifestado en su recobro. Todo lo cual prueba la elección original y eterna de la Iglesia por Dios el Padre, la compra de su redención por el Señor Jesucristo, y su regeneración y santificación por el Espíritu Santo. Y esa dulce promesa se confirma en cada caso de un hijo de Dios traído de regreso por gracia soberana: Oíd la palabra del Señor, oh naciones, y declaradla en las islas lejanas, y decid: El que esparció a Israel, reunirá y guárdalo como pastor a su rebaño.

¡Y lector! ¿No nos uniremos al himno del Apóstol, en el recobro consciente de nuestra pobre naturaleza caída, por la resurrección de Cristo de entre los muertos, y en la seguridad de esa herencia, incorruptible e incontaminada, a la cual son engendrados todos sus redimidos, y que está reservado para los que están en el cielo, que son guardados por el poder de Dios mediante la fe para salvación; ¿No bendeciremos a Dios por su don inefable? Y aunque en el camino a nuestra posesión de esta herencia asegurada, hay una necesidad de enfrentar múltiples tentaciones, sin embargo, aun estas tentaciones, bajo la gracia divina, ministran pero para mayor gloria; ¡y todo ejercicio de fe se vuelve más precioso que el oro perecedero!

Precioso Jesús, más glorioso y excelente eres tú que los montes de presa. Y aunque no te vemos de vista, tu pueblo te ama, la más hermosa y la más hermosa de diez mil. Tu salvación, hablaron los Profetas, guiados por tu Espíritu dentro de ellos. Tu redención consumada, el Espíritu Santo ha dado a tu Iglesia la gracia de creer, en la predicación del Evangelio, en tu presencia y poder, enviado del cielo.

Y aunque los ángeles desean examinar estas cosas, a través del descubrimiento de su maravillosa naturaleza y extensión, es la inefable felicidad de tu pueblo ser enseñado por Dios y creer en Dios, para que su fe y esperanza estén en Dios. .

¡Oh! ¡Señor el Espíritu! Tú que has dado a tu Iglesia esta dulce escritura, dales el conocimiento y la comprensión de todos sus benditos contenidos en sus corazones. Y, dado que, por tu obra soberana de regeneración, tu pueblo nace de nuevo y es llevado al conocimiento y al amor de Dios en Cristo, dales también la gracia de vivir en el disfrute diario de sus altos privilegios. Que tengan un sentido tan diario del amor electivo de Dios, la santificación del Espíritu y la eficacia redentora, limpiadora y renovadora de la sangre de Jesús, como para creer en la dulce comunión y compañerismo de la totalidad, como para ser hallado, para alabanza, honra y gloria, en la aparición de Jesucristo.

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