REFLEXIONES

¡Cordero de Dios! sea ​​mi misericordia aprender de ti, porque eres manso y humilde de corazón. ¡Tú lo sabes, Señor! y bendito sea tu Nombre, ya que te complació llamarme por tu gracia, que me has enseñado, en cierta medida, también a saberlo por naturaleza y por práctica.

Soy altivo y orgulloso; y como terreno abierto, estoy expuesto a todos los estragos de las fieras ya los peores estragos de mis propios afectos pobres, caídos, pecadores y corruptos. ¡Precioso Jesús! qué pensamiento tan refrescante y dulce, consolarme en estas circunstancias deprimentes; ¡Tú eres la perfección de tus redimidos! Divinamente capacitado y dispuesto divinamente para ser la sabiduría, la justicia, la santificación y la redención de tu pueblo.

¡Señor! déjame ir a la guerra santa, con tu fuerza y ​​con tu poder. Vístete sobre mí toda la santa armadura. ¡Pero mientras esté divinamente vestido, nunca, nunca, mi gloriosa Cabeza, que pueda olvidar por un momento que toda la victoria es tuya y toda la gloria tuya!

Envía, Señor, a tus siervos a la obra del ministerio; y que demuestren que son tuyos y enviados por ti, pasando por mala noticia y buena noticia. ¡Oh! la bienaventuranza, en medio de la contienda de lenguas, de tener el testimonio del Espíritu, de que no han corrido sin ser enviados, ni han trabajado en vano. Dios el Espíritu Santo hablando en ellos, y por ellos, al corazón de su pueblo.

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