Porque muchos engañadores han entrado en el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es un embustero y un anticristo. (8) Mirad por vosotros mismos, para que no perdamos lo que hemos hecho, sino que recibamos una recompensa completa. (9) Todo aquel que se extravía y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios. El que permanece en la doctrina de Cristo, tiene al Padre y al Hijo.

(10) Si alguien viene a ti y no trae esta doctrina, no lo recibas en tu casa, ni le digas que se apresure; (11) Porque el que le pide que se apresure, participa de sus malas obras. (12) Teniendo muchas cosas que escribiros, no escribiría con papel y tinta; pero confío en ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea completo. (13) Te saludan los hijos de tu hermana elegida. Amén.

No hay nada aquí que pueda necesitar un comentario, ya que todo es muy claro y obvio. Muestran la mente afectuosa del Apóstol, al velar por la Iglesia; y no menos enseñan cuán temprano surgieron las herejías entre la gente. Debe haber sido muy doloroso para el anciano Apóstol, que se había acostado en el seno de Jesús, vivir lo suficiente para ver levantarse a hombres que se atrevieron a negar que Jesucristo había venido en carne.

¡Pero lector! Si Juan hubiera vivido hasta nuestros días, o hubiera podido contemplar la infidelidad, que nos disgusta, ¿qué juicios no le enseñaría a la Iglesia que ellos esperarían seguir? Sin embargo, no la verdadera Iglesia, porque esta es eterna y eternamente segura; pero la Iglesia profesante, que ha desperdiciado todo lo que es verdaderamente valioso en el Evangelio de Cristo, y no le ha dejado nada más que el mero nombre de cristiano.

¡El Apóstol cierra muy dulcemente la Epístola con los saludos de una rama de la familia elegida por el Señor a otra!

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad