REFLEXIONES

¡Lector! ¿Dónde están todos esos orgullosos monarcas, en el Cesars, y Pilates, y Herodes, del día? cuyas miradas fruncieron el ceño a los hombres por el momento en el miedo; ¿Y cuyas palabras y acciones hicieron temblar a los hombres en toda la tierra? El diluvio del tiempo los ha atravesado, ¡y ya no existen! Pero él, que como una piedra cortada sin manos, los desmenuzó a todos y, como se predijo, se convirtió en monte, y llenó y llenó la tierra.

Contempla la humildad y austeridad de su heraldo el Bautista. Luego vea la bajeza del Hijo de Dios. Y en medio de toda esa degradación, pobreza y mansedumbre de carácter, escuche la voz del cielo que da testimonio de las glorias de su persona, mientras que el Espíritu Santo da testimonio de lo mismo; ¡Tú eres mi Hijo amado! En ti estoy muy complacido. ¡Oh! ¡Que la gracia se complazca también con su persona, trabajo, oficios, carácter y relaciones! ¡Precioso Señor Jesús! verdaderamente tú eres la simiente de la mujer; y en ti será justificada y se gloriará toda la simiente de Israel.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad