REFLEXIONES.

¡LECTOR! no nos alejemos apresuradamente de este capítulo tan solemne e interesante. Es provechoso seguir los pasos del CORDERO por donde quiera que vaya. Y mientras desde el palacio del Sumo Sacerdote, hasta el palacio de Pilato, asistimos al humilde Redentor, marcando sus pasos con su sangre, ¡oh! por la gracia de reflexionar bien sobre la causa de todos sus sufrimientos. El ESPÍRITU SANTO en una línea de su bendita palabra, ha explicado el todo. CRISTO sufrió una vez por los pecados; el justo por el injusto, para llevarnos a DIOS.

¡Lector! no pase por alto que todas las manos, tanto judías como gentiles, estaban incrustadas en su sangre; sí, sobre todo, contemple la mano de JEHOVÁ comprometida en el vasto designio. Mira la cruz y escucha la voz del SEÑOR que llama a la espada para que despierte. ¡Despierta, oh espada, contra todo pastor, y contra mi compañero, dice el SEÑOR de los EJÉRCITOS! ¡Hiere al pastor y las ovejas serán esparcidas!

¿Lector? Asistamos los dos, como amantes de JESÚS, al funeral. Esta es la oficina de amigos cercanos y queridos. Recuerde, él sigue siendo el mismo y el pacto en su sangre no se puede disolver con la muerte. Y en la contemplación de nuestra propia muerte, y de nuestra segura resurrección en JESÚS, digamos con Job: ¡Oh! que me esconderías en la tumba, que me guardarías en secreto hasta que pasara la ira; para que me establezcas un tiempo determinado y te acuerdes de mí.

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