REFLEXIONES

LECTOR, nunca hubo un período de la Iglesia en el que este Salmo pareciera ser más aplicable. ¡Cuán pocos preguntan por el camino a Sion! ¡Cuántas vacantes deja la muerte en las congregaciones de los fieles! ¿Y quién está suplicando, llorando, luchando con el Rey de Sión en oración, y decidido a no negar que el Señor llenaría esas vacantes y levantaría una generación para llamarlo bienaventurado? ¡Ay, ay! ¿No se puede decir con demasiada verdad que todos buscan lo suyo y no las cosas de Jesucristo? Bendito Señor, ayúdanos a mirarte.

Oh, que la gracia sea derramada desde lo alto sobre iglesias, ministros, personas; que el Señor aún haría de Sion una alabanza en la tierra. ¡Oh! que la causa de la verdad, de Dios y de su Cristo, se convirtiera en la preocupación más interesante de todo su pueblo. ¡Oh! siervos de Jesús, clamen, clamen poderosamente al Señor; y dile cómo languidece Sion. Y ustedes que aman sus atrios y ordenanzas, oren, oren por la paz de Jerusalén; porque prosperarán los que aman a Sion.

Pero ¡oh! de los hombres, alma mía, mira al Señor. Dile a tu Jesús, que Sión debe serle querida, cuando sus muros están siempre delante de él, y su nombre grabado en las palmas de sus sagradas manos. Oh, entonces, Señor, que mi alma escuche, por el oído de la fe, tu propia más preciosa promesa, repetida una y otra vez. Ahora, por la opresión de los pobres, por el gemido de los necesitados, ahora me levantaré, dice el Señor.

¡Ven, Señor! toma tu gloriosa causa en tu gloriosa mano; entonces volverás al pueblo un lenguaje puro, para que todos invoquen tu nombre y te sirvan de común acuerdo; incluso de más allá de los ríos de Etiopía, tus suplicantes, las hijas de tus dispersos, traerán tu ofrenda.

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