REFLEXIONES

Concédete, bendito Jesús, que tan a menudo como lea este bendito Salmo, pueda leerlo como Mictam de David, porque trata completamente de ti. Me olvidaría de David, y de todos los excelentes de la tierra, para contemplarte a ti y a tu incomparable amor, como aquí bellamente se expone. Y, amado Señor, así como tú mirabas a Jehová, yo también te miraría a ti. ¡Ciertamente tú eres mi Adonai, mi Señor, mi Santo, mi justicia! Oh, por la gracia de ponerte siempre delante de mí.

En verdad sé que estás a tu diestra, no seré conmovido. Y, oh, por la gracia de regocijarnos en la bendita esperanza. Mi carne reposará en esperanza, porque tú me redimiste, oh Señor, Dios de verdad. Como tu santo cuerpo no vio corrupción, tus miembros, aunque vean corrupción, deben participar de tus triunfos sobre la muerte y el sepulcro. Viviendo o muriendo, todos tus redimidos son tuyos; para que mueran, cuando llegue su hora, en unión contigo.

Y dulcemente sus cuerpos duermen, esperando tu llamado en la mañana de la resurrección general. Entonces llamarás, y tus redimidos responderán, porque tendrás respeto por la obra de tus manos. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a todos los que durmieron en Jesús. ¡Salve, Señor Todopoderoso! Tú eres en verdad la resurrección y la vida. Te has ido antes; vendrás otra vez para llevarte a todos tus redimidos, para que donde tú estés, ellos también estén. Tú nos mostrarás el camino de la vida: en tu presencia hay plenitud de gozo, y a tu diestra hay placer para siempre.

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