Estos son dulces versos. Jesús conduce, alimenta y riega. Y esto lo hace de día y de noche, para que no sufra ningún daño. Alimentar, implica todo el empleo de un Pastor: Jesús tiene conocimiento de las personas de su redil. Conoce sus deseos, conoce su situación, sus necesidades, sus dolencias, dolencias, dolencias, debilidades y, en definitiva, todo lo que les concierne. Lector, no pase por alto estas cosas.

Deben estar bien alimentados, bien enseñados, bien cuidados, que tengan a Jesús como pastor. El Profeta ha dado un relato particular de este oficio de Jesús, y bendito es conocerlo por experiencia. Ver Ezequiel 34:11 , etc. Pero lo que deseo particularmente que el lector tenga en cuenta, en esta contemplación de Jesús como el Pastor de su pueblo, es el método por el cual Jesús hace todas estas cosas de gracia.

¿Cómo alimenta a su rebaño? Seguramente consigo mismo. Él es el pan de vida, el pan de Dios que descendió del cielo. Ahora, por la palabra bienaventurada de su evangelio, que el Espíritu Santo abre y aplica al corazón de los creyentes, Jesús los alimenta, los nutre, los consuela, los fortalece y así los guía día a día, que él se convierte en el mismísimo vida de su alma, y ​​su porción para siempre. Seguramente están bien alimentados y bien cuidados, a quienes Jesús actúa así como un Pastor bondadoso, sabio y cariñoso.

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