De ahí que el alma, apoyada en Jesús, pueda y esperará la hora de la muerte con perfecta compostura y serenidad. No es más que un valle, no una morada, tiene que entrar. Y aunque entre en él, no es para quedarse allí. Además, no es la muerte, sino la mera sombra de la muerte, el verdadero creyente en Cristo tiene que pasar. El aguijón de la muerte, que es el pecado, es quitado por la sangre de Cristo.

La causa, que ha de ser llevada ante el Juez después de la muerte, ya ha estado ante él, en la cual las acusaciones de la ley, y Satanás, y la conciencia, Jesús ha respondido; y Dios se ha declarado complacido. Por tanto, no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan según la carne, sino según el Espíritu. Romanos 8:1 .

De modo que la muerte, y el valle de sombra de muerte, han perdido todos sus terrores para un verdadero creyente en Jesús, que confía totalmente en la persona gloriosa y en la justicia consumada y aprobada del Mediador.

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