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»Ciertamente la plata tiene su mina, y el oro un lugar donde lo refinan;
             
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el hierro se extrae del polvo, y el cobre es fundido de la piedra.
             
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El hombre pone fin a la oscuridad, y examina en los lugares más recónditos las piedras de la oscuridad y de las tinieblas.
             
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Lejos de las poblaciones, en las minas, abre socavones olvidados por el pie del ser humano, que se descuelgan y se balancean.
             
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La tierra, de la cual proviene el pan, pero cuyo interior se transforma como con fuego,
             
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es el lugar cuyas piedras son de zafiro y cuyo polvo es de oro.
             
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Es una senda que el ave de rapiña no conoce ni jamás ha mirado el ojo del halcón.
             
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Nunca la han pisoteado fieras arrogantes ni por ella caminó el león.
             
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El hombre extiende su mano hacia el pedernal, y trastorna de raíz las montañas.
             
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Abre canales en las rocas, y sus ojos ven todo lo preciado.
             
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Detiene los ríos en sus fuentes, y hace que lo secreto salga a la luz.
             
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»Pero, ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde está el lugar del entendimiento?
             
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El hombre no conoce el valor de ella; no se halla en la tierra de los vivientes.
             
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El océano dice: “Ella no está en mí”. El mar dice: “Tampoco está conmigo”.
             
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Por ella no se dará oro fino ni por su precio se pesará plata.
             
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No se puede pagar por ella con oro de Ofir ni con ónice precioso ni con zafiro.
             
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Ni el oro ni el cristal son comparables a ella; no será dada a cambio de objetos de oro fino.
             
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El coral y el cristal de roca, ni mencionarlos; pues el valor de la sabiduría es mayor que el de las perlas.
             
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No será comparado con ella el topacio de Etiopía ni se puede pagar por ella con oro fino.
             
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»¿De dónde, pues, proviene la sabiduría? ¿Dónde está el lugar del entendimiento?
             
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Está encubierto a los ojos de todo ser viviente; les está oculto a todas las aves del cielo.
             
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El Abadón y la Muerte dicen: “Su fama hemos oído con nuestros oídos”.
             
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»Solo Dios entiende el camino de ella; él conoce su lugar.
             
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Porque él contempla los confines de la tierra y ve debajo de todos los cielos.
             
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Cuando él le dio peso al viento y determinó la medida de las aguas,
             
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cuando le dio estatuto a la lluvia y camino a relámpagos y truenos,
             
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entonces él la vio y la declaró; la estableció y también la escudriñó.
             
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Y dijo al hombre: “Ciertamente el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal es el entendimiento”.