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La tierra se estremeció y tembló; se conmovieron los cimientos de las montañas. Se estremecieron porque él se airó.
             
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Humo subió de su nariz; de su boca salió fuego consumidor, y carbones encendidos saltaban de él.
             
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Inclinó los cielos y descendió; una densa oscuridad había debajo de sus pies.
             
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Cabalgó sobre un querubín y voló; se remontó sobre las alas del viento.
             
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Puso tinieblas alrededor de sí como su morada secreta; su cubierta es oscuridad de aguas y densas nubes.
             
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Por el resplandor de su presencia fueron atravesadas las nubes por el granizo y los carbones de fuego.
             
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El SEÑOR tronó en los cielos; el Altísimo dio su voz: granizo y carbones de fuego.
             
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Envió sus flechas y los dispersó; arrojó relámpagos y los desconcertó.
             
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A tu reprensión, oh SEÑOR, por el soplo del aliento de tu nariz se hicieron visibles los lechos de las aguas, y se descubrieron los cimientos del mundo.
             
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Envió desde lo alto y me tomó; me sacó de las aguas caudalosas.
             
            
    
    
    
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