Y los ratones de oro, conforme al número de todas las ciudades de los filisteos, de los cinco señores, tanto de las ciudades fortificadas como de las aldeas, hasta la gran piedra de Abel, sobre la cual asentaron el arca de Jehová: la cual piedra ha quedado hasta el día de hoy en el campo de Josué bethsemita.

Y los ratones dorados. Había cinco imágenes representativas de los emerods, correspondientes a las cinco ciudades principales de los filisteos. Pero el número de los ratones de oro debe haber sido mayor, porque fueron enviados desde las ciudades amuralladas así como desde las aldeas del campo, literalmente, 'aldeas de los ferezeos'.

A la gran piedra de Abel. Abel o Aben significa "piedra"; de modo que, sin recurrir a la cursiva, la lectura debe ser, "la gran piedra" [Septuaginta, lithos megalos]. 'Podemos entender', dice Taylor, editor de Calmet, 'el pasaje implica que el arca fue colocada en un terreno libre, sobre un creciente improductivo (desperdicio) de grano. A esto concuerdan las circunstancias de la historia: Los hombres de Bet-semes estaban segando en los campos de trigo; por tanto, llevaron el arca aparte a un lugar no ocupado por el cultivo de grano, pero donde la superficie estaba desnuda, es decir, una roca; y esta altura, así santificada por la recepción del arca, fue fácilmente distinguida por las generaciones futuras, porque no formaba parte de la tierra cultivada.'

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