¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para llorar día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!

¡Oh, que mi cabeza fueran aguas! Este versículo está mejor unido al último capítulo, como en hebreo ("Lloraré amargamente, no os afanéis por consolarme, a causa del despojo de la hija de mi pueblo", "Mi ojo corre ríos de agua por la destrucción de la hija de mi pueblo").

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